Si tú hubieras sabido que aquellos lápices de colores que volaron cual serpentinas por la ventana eran un grito mudo… Si lo hubieras sabido... Si alguien te hubiera contado que se puede reír llorando… Y no digo reír en sonrisas, no. Digo a carcajadas, cual pardela alborotada en medio del alba. Si lo hubieras sabido…
Quizás si lo hubieras sabido no habrías logrado que las piedras de los muros que se derrumbaban cada día a mi alrededor, volvieran a colocarse, a trompicones, con la masilla justa y un poquito descascarilladas y roídas en los bordes; pero a colocarse al fin, para seguir construyendo la chocita de mis recuerdos.
El bigote negro sobre la enorme sonrisa, aquel lunar que desapareció por arte de magia, la política, la religión, la locura de la vida que se desperezaba cada tarde a tu alrededor, el 'don't worry, be happy', se convirtieron en una amalgama que, cual cemento, ayudó a que no se desmoronara el esqueleto torcido y osteoporósico en el que se estaba tornado mi alma.
Si tú lo supieras, si lo hubieras sabido… Entonces quizás hubieras entendido por qué un día te regalé una piedra a cambio de tantas sonrisas y me fui. O, entonces, quién sabe, puede que no hubiera habido canciones, que los avioncitos no hubieran volado sobre países que aún no conozco, puede que no hubiera ganado la cabina inglesa de teléfono que aún me acompaña.
Hoy sé que lo sabes, pero quizás pienses que solo fuiste una pieza en la estructura de una torre, sin darte cuenta de que en realidad fuiste el andamio que la sostuvo y la guió para erguirse justo en dirección al cielo que le pertenecía.
No sé si sabes… Pero yo sí sé, que todo lo que sé, que todo lo que soy, todo lo que he hecho, nació de una semilla plantada bajo una mesa redonda con bancos redondos de colores a su alrededor. Y sobre uno de aquellos bancos sigo sentada y sonriendo, mirando hacia la pizarra blanca que no necesitaba tizas, diciendo para mis adentros,
“Oh Capitán, mi Capitán”... “Oh Capitán, mi Capitán”...