14 febrero 2013

Trazos

Mi nombre lo inventó un escritor inglés. Mi apellido lo inventé yo misma en una tarde de resentimientos. Y el tiempo me inventó a mí, como a una acuarela desdibujada sobre un lienzo roído, con exceso de agua destilada y carencia de cromatismos.

Mi nombre lo inventó un escritor inglés y yo inventé la mujer que digo ser. La que quisiera ser.

Sin embargo, no hay nombre que me defina ni forma de describir lo que verdaderamente se oculta tras mi careta de espinas. Pues, a menudo, la simplicidad de un trazo esconde un mundo de recovecos, mientras la profusión de detalles y las líneas complejas perfilan tan solo una carencia absoluta de complejidad intelectual.

Dímelo tú, que crees conocerme. ¿Soy un trazo de misterio o más bien un cuadro realista de la más absoluta mediocridad?

Ni si quiera el tiempo es capaz de garantizar una respuesta...

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