18 diciembre 2012

Conjurando un solsticio de incertidumbres

Aún recuerdo mis pensamientos cuando el viento soplaba a favor... Sí, mi espíritu embrujado siempre ha sabido cuando se avecina un cambio de tiempo. Desde que recuerdo, mi cuerpo y mi alma han notado cuando mi playa se encontraba ante un cambio de ciclo, ya fuera bueno o malo.

Cuando las tormentas estaban a punto de arrasar con todo y dejar en piedra viva mi pequeña bahía, el vello de mis brazos se erizaba augurando el desastre.

Del mismo modo, en mitad de la tempestad, siempre he podido notar cuando la calma estaba a la vuelta de la esquina, cuando de nuevo iba a llegar el respiro... 

Hoy, que el viento lleva soplando desalmado sobre mi costa desde hace más de 365 días, parece que mi caldero lanza una pequeña luz de esperanza... Puede que al fin todo esté por cambiar... O puede, sin embargo, que por una vez me equivoque...

Sí, esto también es habitual. También la duda forma parte de mí como una debilidad que nunca me permite estar segura de si lo que siento es real, de si realmente el cambio se avecina o es solo un anhelo de mi espíritu que se materializa en falsas predicciones. 

Faltan a penas tres días para el solsticio de invierno y agoreros del mundo entero maldicen este año su llegada con profecías de desastres. Yo, sin embargo, creo que es bueno lo que está por llegar. ¿O simplemente quiero creerlo así? ¿Quién sabe? Quizás simplemente lo que todos consideran el comienzo de un fin, sea para mí un inicio, una luz hacia la renovación. 

En cualquier caso, seguiré removiendo mis pociones ante el viento marino y frente a las olas que se alzan amenazadoras e imponentes en mi pequeña playa. Seguiré lanzando al mar conjuros para que el mañana, sea como sea, muestre al fin la calma tras la tormenta... Y puede que sí, que todo acabe. O puede que simplemente todo empiece de nuevo. 

Ocurra lo que ocurra, probablemente no hay mejor hechizo que pronunciar en este solsticio que el que llene el aire de agradecimientos por tantas tardes soleadas al abrigo de mi playa. No hay mejor poción contra el desánimo que recordar que la vida me ha permitido ser feliz a ratos, lo que significa que simplemente he sido feliz, pues la felicidad no es nunca un estado continuo en el tiempo, sino tan solo una brisa que nos ilumina el rostro durante pequeños instantes para recordarnos por qué merece la pena estar aquí. 

Y el simple agradecimiento por esos rayos de luz instantáneos, por haber sentido el calor del sol sobre la piel, por haber podido jugar, al menos durante cortos minutos, con los animalillos de mi playa; por haber sido bendecida con cantos de bruja en la madrugada, al arrullo de las olas y la voz de las sirenas; es de seguro el mejor encantamiento contra el infortunio, la mejor bendición para un futuro incierto y que, llegue como llegue, siempre tendrá consigo un pasado plagado de momentos por los que sonreír. 

Así que, amigos, levantad la vista al cielo este viernes y recordad por qué ha merecido la pena estar aquí. Eso será más que suficiente para que el mañana llegue cargado de energía. 

¡Felices fiestas!

08 diciembre 2012

Lágrimas por el tiempo perdido


Hace ya más de un año y medio que me despedí de vosotros, queridos exploradores, para iniciar una nueva vida de silencio al abrigo de un sol que espero no deje de brillar nunca. Por entonces os decía que no sabía si aquel punto era un punto final, un punto y a parte, un punto y coma o, simplemente, puntos suspensivos... Os decía que me iba porque solo el abrigo del dolor puede inspirar cantos de bruja en la madrugada y este sol, que sigue iluminándome hoy, había por entonces logrado paliar los más importantes dolores de mi alma.

Pero, amigos míos, hoy regreso a vosotros para contaros que he descubierto que, en lo que a dolor se refiere, no existen nunca los puntos finales. Hay puntos a parte, que logran silenciar el murmullo de las ánimas durante siglos, aunque éstas sigan al otro lado de esa barrera emitiendo su quejido agónico que hemos decidido ignorar. Pero los puntos del dolor, los puntos a parte que colocamos ante las ánimas creyendo que serán puntos finales, acaban convirtiéndose siempre en puntos suspensivos... Pues más tarde o más temprano su quejido resuena nuevamente ante nosotros para recordarnos el tiempo, ese tiempo que no vuelve, el tiempo perdido que ningún conjuro del mundo puede recuperar.

Estos meses, exploradores, mi playa de luz se ha ido llenando de quejidos de ánimas, de fantasmas que regresan y otros que aparecen para ahogar en pena y en morriña el brillo de mi alma. Y hoy, mirando a través de mi caldero mágico, divisando las imágenes de lo que ocurría al otro lado de los puntos y a parte de mi vida, mi espíritu se retuerce dentro de mi cuerpo en la agonía de ese tiempo perdido que no regresará, en la profunda tristeza que produce el adjetivo mismo que describe a ese tiempo: perdido... y los puntos suspensivos que se tornan en puntos finales, pues tras ellos no hay regreso posible para recuperar ni un ápice de lo que se ha perdido.

Y, sí, ya sé que no estaba en mi mano formar parte de ese tiempo que no volverá. No me culpo. Pero duele. Miro las imágenes que no me pertenecieron y que tanto anhelo me provocan, inventando hechizos que me hagan hacerme presente en ellas, pero la realidad me devuelve una y otra vez la certeza de que ya, tras el adiós, tras el punto y a parte de aquellos puntos suspensivos que creí podría recuperar, solo puedo crear ilusiones, siluetas ficticias de una vida que no existe y que no existirá jamás.

Hoy exploradores, regreso a estas epístolas embrujadas no sé por cuanto tiempo. Regreso para verter sobre este mar que me ha abrigado siempre las lágrimas de sal que tan solo a él pertenecen, pues no puedo hacer con ellas nada mas que derramarlas y dejar que el sol seque sus surcos sobre mi rostro. Porque ya no hay nada, ni siquiera recuerdos. Ya solo hay añoranza de lo que nunca tuve. Y sí, esperanza, una mínima esperanza de que este descubrimiento y el destino me permitan no permanecer nunca más al otro lado, como un inútil punto y coma, de que de hoy en adelante no existan siquiera los puntos suspensivos... Que a partir de ahora, y en memoria de mis ánimas, no se genere ni un segundo más de tiempo perdido