Arrancame el alma. Arráncamela si es necesario para que deje de dolerme de este modo. Arráncamela y llévatela contigo, para que enmudezcan estos gritos que me piden llantos. Llantos en torrente. Llantos que desgarren, que limpien, que arrastren todo el malestar por el desagüe del olvido. Llantos que no llegan desde este pozo seco que es mi alma.
Por eso, arrancame el alma. Arráncamela y llévatela contigo a tu guarida de silencios. Arráncamela y déjala dibujada en tinta mágica sobre el lienzo de tu piel de acero. Para que allí muera de frío. Para que allí se muera congelada y sola, consciente de que no tiene sentido alguno su vida. Pues, ¿de qué sirve un alma que viva y que no sienta? ¿De qué sirve, si vive y siente siempre en la agonía de querer morise?
Así que, arrancala. Quédatela, para ti, te la regalo, para que juegues con ella y la disfrutes como yo no puedo hacerlo. Quédatela y deja tranquilo mi estómago, mi corazón, mi mente, mis ojos sin lágrimas. Quédatela para que no vuelvan a atormentarme tus miradas, ni tus sonrisas, ni tus palabras, ni tus besos a otra en la madrugada. Quédatela y deja que siga siendo la mujer sin alma que un día dibujé sobre tu almohada.