18 noviembre 2008

¿Eres alma o sólo calma?

He caminado sobre las tumbas del tiempo muerto. He despejado las brumas de viejas batallas. He cabalgado a galope sobre unicornios, centauros y faunos. He convertido la sangre en hiel, la hiel en néctar, el néctar en agua bendita. He roto el mutismo de noches de luna con cánticos de esperanza y desesperanza. He estado dispuesta a todo y dispuesta a no querer nada...

Y nunca encontré la fórmula. Nunca encontré el hechizo de la perfecta armonía. Nunca he logrado atrapar la música aterciopelada que compuso Eros. Sólo unas notas. Unas ligeras notas han llegado a mis oídos. A veces más intensas, otras en leves susurros. Pero nunca me fueron regaladas para deleite del alma en su plenitud.

Y ahora, ahora que la luna ha enmudecido, que las ánimas callaron, que el tiempo decidió pasar pausado y no colmar con anhelos las madrugadas; ahora me he olvidado de cómo se distingue la música del viento. Ahora ya no sé si suenan cascabeles o martillos, ni si son arpas lo que escucho o simples andares de luciérnagas sonámbulas.

Ahora, amigos, se me ha atrancado el corazón en la ventana.

08 septiembre 2008

Amor temporal

Sólo un ratito. Sólo este ratito. Me quedo al menos con este ratito de respirar tu aliento. ¿Qué más le da al sediento hacia qué mar fluye el río si puede darle al menos unas gotas de beber? Sí, es sólo temporal. Amor con fecha de caducidad. Amor a corto plazo. Amor de temporada. Amor, al fin y al cabo. Suficiente de momento para que el corazón no se muera de sed. Suficiente para que el pecho se llene de calor, para que el hielo empiece a derretirse y lata de nuevo el corazón. Suficiente, de momento. Me quedo con tu amor.

13 agosto 2008

Se me olvidó olvidarte

Se me olvidó otra vez que debía olvidarte. Hoy se me olvidó que había decidido olvidarme de este día. Y aquí estoy de nuevo, dibujando tu silueta sobre las arenas del tiempo y tratando de olvidar que no puedo olvidarte.

¿Pasa el tiempo ahí en tu ausencia? ¿Corren los días como en este lado? ¿Existen en tu esfera los recuerdos? ¿Existe quizás el olvido?

Lo lograré. Sé que lo haré pues si no fuera posible no tendría sentido que el destino me obligara a intentarlo. Pero es tan difícil mantener la cordura mientras camino sobre esta fina línea que mantiene en equilibrio el olvido imposible y la vida necesaria.

No, no te olvido. No podré hacerlo nunca. Y con tu recuerdo viajará siempre este amor obsesivo que inyectaste en mis entrañas. Pero vivo. Y vivir significa seguir andando aunque me persiga siempre tu sombra. Y vivir significa tragar nudos de agonía hasta que tu recuerdo se convierta, como aquellos de la infancia, en tan sólo un suspiro de melancolía exhalado al aire en este día.

Ya son cuatro. Quizás lleguen a ser cuarenta los días como hoy que me atormenten en la vida. Quizás sean cuarenta los obituarios como éste que lance al viento para tratar de olvidar que no te olvido. Quizás, sin embargo, sean éstas las últimas lágrimas que te escriba. Quizás el último llanto contenido.

20 julio 2008

Dolor

¿Por qué tuve que vivir? Si todo indicaba que mi camino se debía truncar antes incluso de ver la luz de la vida. ¿Por qué, entonces, tuve que vivir? ¿Por qué, si no pasaron demasiados años desde que la muerte empezó a reclamarme, tuve entonces que seguir viviendo? ¿Por qué? ¿Por qué tú y no yo? ¿Cuál fue el daño tan irreparable que en algún momento cometí, para que el destino me condenara a la desdicha de la vida? Mientras, a ti te salvó del naufragio eterno que es seguir viviendo. A ti te llevó consigo, en aquel manto tan negro como eterno en su paz. A ti te llevó al otro lado del precipicio. A mí no. A mí me fue abandonado una y otra vez en esta cuneta sin salida. A mí me dejó en este lado del abismo condenada a romperme la garganta gritando tu nombre. Condenada a ver mi mirada perderse en la negrura de tu ausencia cada vez que de puntillas trato de divisar una forma de seguir viviendo. Y creen muchos que fuiste tú el condenado, condenado a muerte por tus daños. Mas no hay mayor condena que la que desde entonces pesa sobre mis hombros. La condena de morir vagando, olisqueando inciensos de esperanza en esquinas en las que sólo arde el olvido. Tratando de revivir el sabor de tu boca en cuartos de baño tapizados a rayas de martirios. Arrastrándome por calles que giran y que se pierden y que me conducen siempre al mismo punto del camino. A este punto en el que quiero hundirme para de una vez dejar de sentirlo.

05 julio 2008

Poco

¿Qué se le puede contar a la luna cuando las palabras parecen congeladas en una eternidad muda y estéril? ¿Qué excusa se le da al corazón para que se olvide de latir un día más? ¿Le digo que el fuego es tan sólo un espejismo? ¿Cómo hacerlo si sólo su roce abrasa las pieles más curtidas?

Hay poco ya que hacer con este corazón maltrecho. Hay poca vida que arrancarle a bofetadas, pues cada golpe ha endurecido con mayor fuerza su estructura y hoy parece tan sólo una estatua de sal en la que se intuyen las grietas de su pasado.

Hay pocos suspiros ya que puedan escaparse de las profundidades de las cavernas. Porque la luz del sol hace años que apagó su brillo y el viento tiene miedo a adentrarse en las penumbras.

Hay poco ya para mostrar, pues existe demasiado olvido removiendo emponzoñado los silencios del pasado.

14 junio 2008

Mujer sin alma

Arrancame el alma. Arráncamela si es necesario para que deje de dolerme de este modo. Arráncamela y llévatela contigo, para que enmudezcan estos gritos que me piden llantos. Llantos en torrente. Llantos que desgarren, que limpien, que arrastren todo el malestar por el desagüe del olvido. Llantos que no llegan desde este pozo seco que es mi alma.

Por eso, arrancame el alma. Arráncamela y llévatela contigo a tu guarida de silencios. Arráncamela y déjala dibujada en tinta mágica sobre el lienzo de tu piel de acero. Para que allí muera de frío. Para que allí se muera congelada y sola, consciente de que no tiene sentido alguno su vida. Pues, ¿de qué sirve un alma que viva y que no sienta? ¿De qué sirve, si vive y siente siempre en la agonía de querer morise?

Así que, arrancala. Quédatela, para ti, te la regalo, para que juegues con ella y la disfrutes como yo no puedo hacerlo. Quédatela y deja tranquilo mi estómago, mi corazón, mi mente, mis ojos sin lágrimas. Quédatela para que no vuelvan a atormentarme tus miradas, ni tus sonrisas, ni tus palabras, ni tus besos a otra en la madrugada. Quédatela y deja que siga siendo la mujer sin alma que un día dibujé sobre tu almohada.

25 mayo 2008

Aquello que te escondo

Qué fácil es dibujar sobre las nubes. Qué fácil es mostrarle a la luna dientes de perla y andares de hojalata. Qué fácil resulta escribir cuentos de bruja sobre las olas y que el mundo entero los lea convencido de que son historia viva. Y, sin embargo, qué difícil resulta ponerle un espejo a nuestra alma.

Hace tanto tiempo que camino con estos zapatos de cartón que se me ha olvidado el tacto que tiene la piel de mis pies debajo de ellos. Y aún así me sorprendo cuando tus ojos pasan sobre mí acostumbrados a ver lo que yo quise mostrarles. Aún así me sorprendo cuando describes con tanta exactitud ese personaje que sólo yo conozco porque fui quién lo inventó.

Porque es mucho más fácil conocer al personaje que a su autor. Porque el autor es un fantasma que se oculta tras los sueños que convierte en reales para asombrar al mundo. Un fantasma que se esconde bajo la cama y permanece mudo mientras haya unos ojos cerca que puedan descubrir su rostro. Una sombra temerosa de que la luz del día pueda convertirla en cenizas.

Porque es más fácil ser Mata-Hari que Santa Teresa de Calcuta. Porque prefiero tu temor a tu desprecio, tu indiferencia a tu lástima. Porque prefiero ser la madrastra a Cenicienta y morir sola que abandonada. Porque los finales felices sólo existen en los cuentos y la vida de cuento sólo tiene el que yo dibujo en mi rostro cada mañana.

12 mayo 2008

Vida maestra

Ayer hizo un año de la mutación. Un año desde que decidí levantar un huracán que arrasase con esta playa para desde los cimientos volver a construir un nuevo mundo en el que poder soñar más y soñar mejor. Y lo conseguí.

Hoy puedo decir que nada fue en vano, que aunque mañana lleguen lluvias y tormentas, aunque algún día todo pueda volverse a llenar de fango, mereció la pena dejarme llevar por los instintos y sacar del alma un grito sordo que hiciera callar a los miedos.

Hoy, un año después, el sol de esta playa brilla y sonríe con más fuerza que nunca. Los cantos están llenos de vida, la arena es más suave y ondulada de lo que nunca soñé, el mar más cristalino y la brisa es tan cálida como salada.

Y bien es cierto que siempre se añora. Bien es cierto que los cambios a veces implican sacrificios que no nos hubiera gustado hacer. Bien es cierto que en el camino hasta este manso resonar de mi pequeña cala solitaria hubo sonrisas que enmudecieron y que se extrañan como nunca.

No hubo jamás conjuro perfecto, aunque mi naturaleza me invite siempre a luchar por alcanzarlo. Pero cada camino recorrido deja siempre en nosotros una lección en cada paso. Porque la vida es en sí una gran lección, una gran maestra que camina sola y que nos guía, si la dejamos, por la senda del auto-conocimiento.

La mía, mi lección de este año, viene llena de felicidades, la lección de mirarme en el espejo de esta agua bella y limpia y, de repente, encontrar mi cara. Y entender que no hay otro camino que el que marca el tiempo en su caprichoso viene y va. Y por fin, por una vez, empezar a vislumbrar mi rostro, sonreír y ver al fin la sonrisa de una bruja… la bruja del mar que siempre quise ser. Y aceptar que hice bien en seguirle los pasos a esta vida.

05 mayo 2008

A veces pasa...

Ella había sido siempre la estrella de la clase. Desde lejos la miraban con envidia y disimulada admiración las que nunca recibieron un piropo. A su alrededor se colaban siempre las que morían por brillar de aquel modo con una sonrisa.

Él siempre fue el favorito de las maestras, el admirado entre los compañeros y el sueño de todas las niñas. A su alrededor se forjó el compañerismo nacido de grandes charlas y mejores fiestas.

Los años los convirtieron en los protagonistas de aquella película de joven rebeldía. Y la poesía de sus libretas se hizo música entre los dedos de él. Y la música los puso en el brete de las sonrisas y los sueños.

En primera fila del escenario siempre estaba ella, junto a un séquito de fieles aspirantes a especiales. Tras el micro del escenario estaba toda la fuerza que desprendían las ansias de él.

Y los años los hizo uno. Y al destino llamaron suerte. Y las mañanas llegaron con magdalenas y mapas que siempre les mostraron el camino por el que andar.

Ayer volví a verles. Ella seguía siendo igual de bella bajo aquellos escasos kilos de más. Él, que parecía haber encogido tras aquel carrito rojo de bebé, se dio la vuelta, y me mostró el rostro de la serenidad que sólo regalan los retos conseguidos.

Y su alrededor se llenó de gente en un instante. Y llovieron besos y sonrisas.

Y yo en silencio, desde una esquina, tuve suspirar y admitir sorprendida que a veces pasa.

24 abril 2008

El regreso del monstruo

Te conozco. Te conozco perfectamente. Sé a qué huelen tus noches amargas. Sé distinguir tu sigiloso caminar bajo el frío de las sábanas. Reconozco a la perfección el color de tus pupilas sedientas de ánimo.

Y no te voy a dejar. No. No te voy a permitir que de nuevo te apoderes de mi serenidad. No pienso consentir que tus garras sanguinarias hagan preso a mi corazón. No estoy dispuesta a rendirme sin luchar contra tu furia despiadada y tu desalmado caminar. Esta vez estoy preparada. Esta vez tengo pociones de sobra, armas suficientes escondidas bajo la almohada, para decirte que te vayas. Esta vez no voy a dejar siquiera que termines de salir de esa guarida maldita a la que te envié la última vez.

Bien es cierto que entonces contaba con un ejército a mi alrededor para apoyarme en mi lucha contra tu gigantesca destructividad. Es verdad que entonces no luchaba sola. Pero sí aprendí a luchar en aquella compañía. Aprendí que la técnica para que no crezcas como el infernal monstruo que eres, es no dejarte siquiera acercar tu hocico maloliente a mi rostro herido. Aprendí que son el temperamento templado, la racionalidad y la calma las únicas armas capaces de vencerte.

Y sé que conoces mis puntos débiles. Sé que sabes que mi ímpetu arrollador es tu mejor baza contra mis defensas. Sí. Soy un mar. Un mar lleno de corrientes que fluyen sin control posible ni concierto. Y es ahí donde radica tu fuerza, capaz de penetrar hasta las profundidades de mis cavernas marinas a base de colocar muros con los que se estampen mis olas intrépidas.

Pero ya soy consciente de ello. Lo soy más que nunca. Y la luna está lista para apoyar mis conjuros y parar el agua día y noche hasta que desaparezca el olor a ti que ha inundado mis noches. Porque no te quiero, porque te detesto, porque no eres más que un monstruo camuflado de melancólica inspiración que al mínimo descuido de mis desvelos teñirá de negro hasta el último átomo de mi alma.

Sí. Lo sé. De nuevo ha comenzado la guerra. Una guerra que esta vez libraré en solitario contra ti. Frente a frente. Cuerpo a cuerpo. Pero ten por seguro que todos mis años de agonía son suficiente motivo para estar absolutamente segura de mi victoria. Porque mi corazón aún conserva cicatrices y no pienso permitir que los cuchillos de tu incomprensión vuelvan a rozar siquiera su débil estructura.

Esta guerra, odiado ser, sólo puedo ganarla yo.

21 abril 2008

Herencia de súplicas

Cómo quisiera decirte que los sueños no se hicieron pesadillas aquella noche de verano. Cómo quisiera agarrarme a las arenas del tiempo y que dejaran de sonar las goteras en mi ventana. Pero hace tiempo que las olas se vuelven cada vez más grandes y que el viento de la noche enfría los huesos cuanto más me acerco a la orilla.

Sí. Estoy aquí. Y las nubes me recuerdan que un día las miré rogando esto. Pero yo no sabía que la calma se pagaba con silencios y con tardes de domingo sin abrigo. Yo no sabía que la noche se convierte en gigante cuando uno la mira a los ojos. Ni podía imaginarme que en mitad del vacío podían escucharse las gritos del pasado.

Y sí. Aquí estoy. Con el pelo haciendo ondas sobre este aire marino, mientras el púrpura plomizo de este cielo tan mío se mete por cada uno de los rincones de mi alma para teñir de lila mis pensamientos.

Aquí estoy ahora. Donde aquel fantasma pronosticó un día que me vería, pero sin la melodía de su voz en mis oídos. Conformándome con el repiquetear de sus cadenas sobre las rocas de nuestra playa. Conformándome con vivir lo que pedía, porque el destino me prohibió vivir lo que soñaba.

Y cómo quisiera decirte que los sueños no se hicieron pesadillas aquella noche de verano, pero lo cierto es que el despertar me escupió a la cara la condena de la memoria. Y en la memoria naufragarán por siempre las ansias de mi alma.

14 abril 2008

Añoranza

Comida para uno. Un plato, un tenedor, un yogur, una cuchara, una cerveza. Y Alanis Morrisette con una mano en el bolsillo y con la otra agitando un cigarrillo con descaro. Y la mente que se escapa por mi ventana y corre hasta la tuya, la de ayer, la que fue de dos. Y tus ojos enormes mirando la lámina en blanco, el carboncillo bailando en trazos de ensoñaciones, y los míos perdidos en musarañas mientras podían haberte estado mirando. Y comida para dos. ¿O era para tres? Dos platos, dos tenedores, una fuente enorme, dos yogures, dos plátanos, dos copitas de vino tinto. Y la siesta acurrucados mientras Triana se enamora de una gitana de ojos negros. Y no pensar demasiado porque el que no sufre no piensa. Y regresa mi mente y se despierta y me mira y se calla, porque es mejor no hablar para no convertir en reales los sentimientos. Ya llegará el mañana a asesinar esta añoranza.

24 marzo 2008

Muéreme

Déjame morirme en el martirio de los besos estampados. Déjame que me vuelva invisible y los puñales caigan al suelo. Déjame. Porque ayer pensaba que yo era yo, y hoy ya sólo creo que no fui nunca. Porque a base de querer ser, me convertí en este horrible monstruo. Porque, aunque luche, siempre seré yo. Porque nunca seré el yo que trato de pintarte con carmín en los espejos. Sólo seré yo. El otro yo. El de la sonrisa insoportable, el del tembleque incomprensible, el de los chistes sin gracia, la voz con soniquete, las explicaciones que no pidió nadie, el agobio, la histeria, la impaciencia, la pesadez… El siempre yo. El yo de siempre. Ése que odio. Ése que odias. El que odian todos. Por eso, déjame que me muera. Déjame que apague la luz de esta ventana para que no vuelvas a mirarme el alma. Porque ya basta con verme el rostro para odiarme. Porque ya basta. Porque me reconcomen las entrañas de rabia e impotencia cuando el espejo vuelve a gritarme el nombre en alaridos. Porque es ése mi nombre y no el que yo quiero inventarte con cuentos embrujados. Porque yo soy aquella que te oculto. Porque soy aquella que sólo a mí misma quiero ocultarme. Y no sirve de nada. Porque tan sólo existe ella, la que me persigue, la que me atormenta, la que me machaca con su invisible presencia en cada una de mis palabras. Porque yo quise matarla, pero aún vive. Y la odio. Y me odia. Y por eso acabaremos matándonos la una a la otra. Por eso, déjame morirme con besos estampados contra las paredes de la realidad. Déjame morirme porque así la mato y muere el miedo, y el ayer, y el mañana de seguir soportándola. Déjame morirme y que se muera en el infierno del olvido.

14 marzo 2008

Un final

Trató de darse la vuelta para volver a conciliar el incomodo sueño entre los tres pequeños asientos de turista que había logrado ocupar al final del avión. Apoyó la espalda contra la pared del aparato y cerró los ojos con las piernas estiradas bajo la fina manta azul que le había dado la azafata.

Entonces, un respingo. Y luego otro. Y el mundo comenzó a bailar bajo su cuerpo. La señal de alerta para abrocharse los cinturones hizo saltar a más de mitad del pasaje, ya asustado por el vaivén del aparato. Pero ella seguía en calma. Bajó los pies al suelo y abrochó su cinturón mientras las mascarillas de oxígeno saltaban desde el techo aumentando el bullicio y los gritos que comenzaban a convertirse en un eco repetitivo.

Otro salto. Un empujón. Las maletas rodando por el pasillo tras salir despedidas de los compartimentos. Un tirón. Otro salto. Y la velocidad agigantándose por segundos. Su cuerpo, colgando del cinturón recién abrochado, se había quedado tan manso como el de un muñeco de trapo.

Para ella ya no había avión. Ya no había vuelo, ni maletas, ni pasaje, ni cinturón. Ella ya sólo podía ver el rostro dorado y terso de él. Su sonrisa deslumbrante llenando cada rincón de su visión. Sus brazos abiertos ante ella. Cerró los ojos y suspiró profundamente. Al fin, sería libre. Al fin le volvería a ver.

Y mientras el avión se hundía con ella y su futuro en las profundidades del océano, su alma se aferraba con fuerza a aquel abrazo que la recibía manso y cálido en el infinito. Abrió los ojos y allí estaba él. Al fin. Más vivo que nunca, suyo en la muerte que sí dura para siempre. Suyo en las profundidades de la eternidad.

11 marzo 2008

Amigo torbellino

¿Cómo explicarle al torbellino que fuera de las fronteras de sí mismo existe un inmenso mar de sueños? Sería imposible que lo entendiese, porque el torbellino se arrastra a sí mismo a las profundidades de la oscuridad. Porque el torbellino está tan atrapado en el círculo vicioso de sus pensamientos cíclicos que la luz no llega a las profundidades de su alma.

Por eso quiero huir de ti, pequeño torbellino. Por eso no sé cómo decirte que prefiero el vaivén de las tormentas, el silbido del viento huracanado, el estruendo de los truenos o el frío intenso de las heladas, que caer en el vacío negro y desquiciante de tu viaje sin retorno.

Por eso intento que no me atrapes. Porque caer en tu guarida significaría vivir sufriendo, a la caza de fantasmas invisibles y silenciosos cuya presencia, tan sólo intuida, produce mil veces más miedo que los monstruos de la realidad.

Por eso no quiero. No. No quiero morir asfixiada por la agonía de tus giros. No quiero morir ahogada en las profundidades de tu pozo oscuro.

Por eso yo nado a pecho descubierto. Por eso me quedo en mi balsa de madera respirando la brisa de este mar inmenso. Por eso, amigo torbellino, aquí me quedo, quemándome con este sol sincero, aguardando lluvias, tempestades, truenos y hielos. Porque prefiero el dolor del mundo, a esconderme en un agujero.

04 marzo 2008

Playa llena, mas sin sirena

El tiempo ha pasado. Ha pasado en una brisa lenta pero intensa. Y aquí sigue mi casa, en pie y soportando la erosión de los días. Tres meses he tardado en decidir qué contar sobre esta playa. Porque estaba a verlas venir y las vi. Y vinieron grandes y pequeñas las olas de esta playa.

No puedo decir que todo sea felicidad después de estos tres meses, porque si la felicidad absoluta existiera no sabríamos de su existencia. Pero sí puedo decir que sigo aquí y ya es bastante. Y también que no estoy sola, que esta cala solitaria se ha llenado de repente con la luz de mil sonrisas. Que se fueron muchos y que duelen. Pero que llegaron otros que alegran los vacíos que aquellos dejaron en el corazón.

Describirlos a todos sería demasiado para una sola epístola de estas mías marinas. Pero os diré que no hay uno por el que no bendiga los designios de Neptuno. Un ratón muy juguetón, un perenquén de lo más salado, una gaviota llena de vida, un loro verde y parlanchín... No sabéis lo divertida que se ha vuelto la playa con todos ellos.

Como maestro de ceremonias, ocupando la piedra más alta de esta pequeña bahía, está el albatros. Un ave majestuosa que impone con su gran tamaño y porte, pero que suaviza su impresión con la gracia de su timbre dicharachero.

Sin embargo amigos, no puedo evitar sentir que me duele el salado corazón de bruja por la ausencia de otros. Especialmente de ella, sí. De la pequeña sirenita. Ella no quiso compartir playa con albatros, loros y gaviotas. Porque las aves no le gustan y menos cuando Neptuno decidió que tendría que ceder su piedra a uno de ellos.

Sí, ya sabemos que a ella tampoco le gustaba aquella piedra, que la veía muy alta y que odiaba tener que subirse a ella arrastrando por las rocas su preciosa cola dorada. Pero, no lo sé, porque tampoco las brujas lo sabemos todo como ella pretendía. Sólo sé que su canto se fue tornando triste, que su sonrisa se murió entre silencios y que, un día, sin decir siquiera adiós, se había ido para siempre.

Y bueno, así es la vida en esta playa. Unos que van y otros que llegan. Y ya os digo exploradores que no me quejo del brillo intenso que adquirido mi pequeña costa. Pero ni el canto grácil del albatros, ni la peculiar gracia del lorito parlanchín, ni siquiera los jugueteos entre las rocas del ratoncito y el perenquén, lograrán sustituir, al menos en mucho tiempo, el dulce y armonioso canto de la sirena.

22 febrero 2008

¡Qué pena!

En el fondo me das pena. No debería decirlo ni reconocerlo, pero lo cierto es que, en lo más profundo de mí misma, es la pena la que se conmueve con ese gesto de falsa soberbia ocultando bajo el rencor tu sentimiento de culpa.

Es quizás eso lo que diferencia una mente lúcida de otra mancillada por las incoherencias y los traumas. Es quizás por eso que yo ya camino en otro rumbo tan lejano al tuyo. Un rumbo en el que no caben las miradas socarradas, los ocultamientos, el orgullo, la falsa autosuficiencia…

Un rumbo en el que soy capaz de reconocer la debilidad como parte de la naturaleza humana y no como símbolo de inferioridad en la raza. Un rumbo en el que tú no podrás verte jamás andando porque no sabes siquiera de su existencia y menos aún de la posibilidad de llegar a él.

Por eso siento pena, porque en el fondo este tipo de amor no se borra ni con los peores golpes… Tan sólo se supera, se entiende, se asimila y se queda dormitando en las cavernas del recuerdo fortuito. Y desde esas cavernas regresa en instantes como éste, en estos momentos en que me miras con suficiencia y pedantería, con la media sonrisa cruzada por la amargura, en estos momentos en que me odias pero no puedes parar de mirarme porque en el fondo tampoco puedes evitar quererme. Y la amargura de dicha certeza nubla tu mirada convirtiéndola en rencor.

¡Qué duro ha de ser vivir con esos sentimientos entrecortándose en la garganta! ¡Qué duro ha de ser mirarme y hundirte en la batalla de quererme y odiarme al mismo tiempo! ¡Qué duro ha de ser sentir que tu odio ha levantado un muro infranqueable frente a ti y que jamás podrás seguir los impulsos de tu corazón y abrazar con fuerza a quien al fin y al cabo es sangre de tu sangre! ¡Qué soledad más grande debe sufrir en ese instante tu corazón! ¡Qué pena ser el único culpable de la propia desdicha!

¡Qué pena, padre, qué pena!

17 febrero 2008

Foto fija (2) - Las imágenes más amargas del álbum

La barra americana de la cocina, un pequeño y pesado taburete gris, una mandíbula apretada de rabia sin contención, ojos de fuego y, luego… el blanco, el rojo, el negro, el dolor, la humillación. Esa fue la primera.

En grande. Paredes blancas rematadas con losas marrones a ras de un suelo también marrón. Las patas negras de la cama sobresaliendo bajo las faldas del edredón blanco y rosa. Unas botas militares cerca, muy cerca, demasiado cerca. Las rodillas encogidas en el pecho y una lluvia intensa en la mirada suplicando perdón. Y la punzada en la barriga. Y rogarle a dios no despertar.

En una esquina escondida. Los peldaños paralelos de una escalera de metal oscuro. Los pies descalzos que se mueven sin andar. El pelo largo cayendo a mechones entre los dedos. Un grito amargo, sabor a sal, el gris del suelo frente a los ojos y una gota escarlata humedeciendo la realidad.

En sepia, roída por el tiempo. Un pasillo al amanecer, ella doblada sobre sí misma, con los ojos a punto de estallar. Las manos de él sobre su cabeza, tirando con fuerza de su cabello. La niebla en la mirada incrédula y desvalida. Y unas manos pequeñas alzadas al aire. ¡Para, papá! Allí empezó todo.

03 enero 2008

Nuevo año, nuevo sueño

Un nuevo año, un nuevo amanecer y el alma siente como se renueva y muta, y cambia y canta una nueva melodía.

El mar amaneció este año mucho más azul, más lleno de vida y también de temores. Amaneció embravecido, inquieto, anunciando que no serán fáciles los próximos 366 días que durará este año bisiesto.

Pero hay fuerza. Oculta, perezosa, sin ganas de moverse mucho, pero hay fuerza. Fuerza para asumir el mañana y mirar este mar bravío con ánimo de nuevos retos.

Días llevo conjurando. Conjurando un nuevo sueño que naciera renovado junto a la espuma salada de este nuevo año. Y ya está listo. Un sueño de lujuria y desenfreno, un sueño de sensualidad y pasión para colmar de erotismo a las almas hambrientas de amor y sedientas de sexo.

Así que, como regalo para este nuevo año, aquí os dejo su senda, la senda que conduce al reino de Serena Freya, la senda para que os dejéis embrujar por sus suspiros... SShh, ¿los oyes?


Feliz año y hasta pronto, exploradores!